Una boda en La Alhóndiga es sinónimo de acierto. Por muchas razones: por su arquitectura, por su sonoridad, por su historia, por su recogimiento que aflora emociones…
Y si además está tan sumamente bien decorada como en la boda de Aroa y Patri, se convierte en el lugar perfecto para dar el «Sí, quiero».
Para mí es un honor que me eligieran como su fotógrafa más de dos años antes de su boda y es una alegría que hayan podido casarse sin variar su fecha, ¡con la de bodas aplazadas que han habido por culpa de la pandemia! Así que había muchas ganas de celebrar, de festejar, de divertirse, de compartir miradas sonrientes. Por eso la lluvia no desmereció en absoluto la boda en La Alhóndiga porque Aroa y Patri supieron incorporarla al festejo tan bien organizado ¡una sorpresa más de todas las que hubo!
Desde los preparativos de la pareja hasta la fiesta fue un discurrir de alegrías, emociones, sorpresas, detalles… no hubo sitio para el aburrimiento.
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